Comentario
La cumbre del pensamiento almohade es Averroes, cima del aristotelismo medieval, en su postrer fulgor andalusí durante los tiempos mejores del Califato almohade. Nació Averroes en el seno de una gran familia de juristas cordobeses, en 1126, y murió en Marrakech, en 1198. Con él, prolongado por su discípulo Ibn Tumlus de Alcira (m. 1223), autor, a su vez, de una Introducción al arte de la lógica, acabó la especulación de los filósofos islámicos, aunque el interés por la filosofía griega, por ellos cultivada, rebrotará en el judaísmo y en el cristianismo, a través de traducciones al hebreo o al latín de la filosofía o falsafa árabe, en las que se fundamentará el averroísmo europeo, reflejándose la huella de Averroes hasta en figuras de la talla de Alberto Magno y Tomás de Aquino. Averroes contó al principio con la protección de las autoridades almohades, y sobre todo del califa Abu Yusuf, en cuya Corte lucía nuestro filósofo, hasta que hacia 1195-96 cayó en desgracia, prohibiendo el califa la especulación de la falsafa. Rehabilitado al fin, fue llamado a la capital de Marrakech, donde murió al poco.Su obra es ingente. Entre su producción filosófica sobresalen sus Comentarios a las obras de Aristóteles: a la Física, al Cielo, al Alma, a la Metafísica y a la Generación y corrupción y sus paráfrasis de los últimos libros de Los animales. Entre sus obras filosóficas originales brilla su Destructivo destructionis, en polémica con Algazel y su Destrucción de los filósofos; y otros tratados, entre ellos un Compendio de lógica y otro sobre La unión del entendimiento agente con el hombre. Pero además compuso Averroes sobre teología, por ejemplo, el Tratado decisivo sobre la concordia de la Religión y la Filosofía. Sobre jurisprudencia, astronomía y medicina.Uno de los múltiples aspectos de su reflexión se centró sobre la política, especialmente en sus comentarios a la República de Platón, traducidos y estudiados recientemente por M. Cruz Hernández, en sus comentarios a la Etica a Nicómaco, y en tres tratados filosófico-religiosos: Fasl al-magal, Damina y Manahiy. En su reflexión política, Averroes prefiere las propuestas de Aristóteles sobre las de Platón, va más allá que el gran filósofo político oriental Alfarabi en reconocer el papel de la Ley canónica como Ley ideal, y por ende en la importancia que concede a "la función sociopolítica de la religión", como se titula, expresivamente, un estudio sobre ello de E. Tornero, y se aparta del solitarismo de Avempace y, sobre todo, de Ibn Tufayl, pues piensa Averroes que el camino hacia la verdad lo cumple mejor el ser humano en su medio natural, que es el social, regulado por el Estado, cuyo fin ha de ser cumplir los fines individuales. Así afirma Averroes en la Exposición de la República de Platón: "Para adquirir su perfección un sujeto necesita la ayuda de otras gentes. Por esto el hombre es por naturaleza político". Pero el gobernante debe reunir cualidades para lograr que la sociedad, regida por el poder político, colme esa perfección colectiva humana. Y así traza Averroes un retrato ideal del gobernante: "que se incline naturalmente al estudio de las ciencias teóricas... que tenga buena memoria y no sea descuidado... que ame la búsqueda del saber... de la verdad... que esté libre de apetitos sensuales... que no apetezca el dinero... que tenga amplitud de ideas... que sea valeroso... que esté dispuesto a desarrollar la inclinación tanto hacia el bien y la belleza como a la justicia y las restantes virtudes... que sea elocuente... (de) buen estado y perfeccionamiento físico... (y que) además su ley religiosa particular no puede estar distanciada de las leyes humanas naturales" (Trad. M. Cruz Hernández).En síntesis, el mecenazgo a las letras y al pensamiento por parte de los almohades logró el brillo de la poesía cortesana. Otra faceta importante fue la recopilación de antologías literarias o literario-históricas, como las de Ibn al-Abbar y las de Ibn Said, ensalzadores del bagaje cultural andalusí y temerosos de su pérdida ante el avance territorial cristiano, ya en el siglo XIII, cuando se produjo la decadencia de los almohades.El siglo anterior fue, en su segunda mitad, el siglo de oro andalusí-almohade, siendo admirable el nivel adquirido por el pensamiento y la filosofía, que dotó de ricas respuestas a la experiencia vital de los andalusíes, con un bagaje que, sobre todo, y no paradójicamente fue posteriormente continuado por el averroísmo europeo.